No me gusta viajar. Me refiero al movimiento, no el visitar lugares que me son desconocidos o queridos. Me refiero al montarse en un avión, en un tren, en un carro. Claro que si se va con amigos, todo es mejor, pero en solitario son malísimos. Estoy convencido de ello, luego de tomar 8 vuelos y 3 trenes (viajes en tren, más bien) en 3 semanas.
Mientras escribo estas líneas, es difícil rememorar con autenticidad las sensaciones, los pensamientos, que me producía cada ciudad, cada paso que daba entre la gente extraña, ajena a mí, a mi experiencia. Las muchas fotos (muchísimas) que tomé son una ventana incompleta a esas experiencias.
De mi viaje, lo mejor fue cuando estuve rodeado de amigos: Londres, Salzburgo, y con énfasis, en Sicilia. Las ciudades que más me gustaron fueron Ginebra, Amsterdam y Salzburgo, en ese orden. A Roma y a Londres tendré que volver, parecen infinitas, como figuradas por Kafka. A Vienna también me gustaría volver, siempre y cuando sea con menos cansancio acumulado y más sol. A Bruselas sólo volveré si alguna fuerza mayor me obliga a ello. Si no me hubieran tratado de robar dos veces, tal vez mi opinión fuera más amable.
Fotos preliminares