martes, marzo 27, 2007

Que bárbaro

Hoy le escribí a Gaby (la de acá) que en Diciembre estaré "Sobre la misma tierra" y me dió por preguntarme qué aparecería en internet si uno buscara esa frase en Google.

Me llevó a un Cuchitril Literario, donde encontré esta joya:
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Gallegos vivió en Barcelona, durante la Segunda República (antes de Franco).

El dueño del cuchitril, al momento de descubrir la placa, no había leído Doña Bárbara, cosa que me pareció rarísima porque creí que a todo el mundo le mandan a leer eso en bachillerato.

Claro que "la conclusión no puede ser falsa si las premisas no son falsas": el dueño no debe ser venezolano.

Es raro lo que a uno le queda en la memoria: de Doña Bárbara me queda el nombre Balbino Paiba, los únicos tres metros de tierra que Doña Bárbara quería para sí, el nombre Santos Luzardo (esforzándome en el Luzardo) y, con claridad, como si hubiera leído la frase ayer: "el amor es como la miel de aricas".

domingo, marzo 18, 2007

Sigo en la oficina

Por razones que desconozco, he escrito pocas entradas últimamente. Creo que tiene que ver con el Nintendo Wii que me compré, pero no puedo asegurar nada. Claro que eso no quiere decir que no tenga cosas que podría contar.

Por ejemplo, que en septiembre pasado (ya sé, está añejo el comentario) la empresa se mudó de local. Las fotos de la entrada pasada son en esa nueva oficina (la anterior, debo dejar claro, era balurdísima, tanto que es mejor no acordarse).

La mudanza se realizó un poco a los golpes (un poco) así que cuando en efecto empezamos a trabajar en la otra oficina (que queda a unos 30 metros de la oficina vieja), no estaba todo listo.



Y ahí es donde comienza nuestra historia. Un día mientras yo trabajaba, afuera del edificio, justo arriba de mi ventana, estaba un pana arreglando no sé qué. La operación ameritaba colocar un camioncito lo más cerca posible de la ventana, y utilizar una plataforma telescópica hasta la ventana a arreglar.

Yo trataba de pasar por alto la presencia acrobática del obrero, pero la verdad me tenía un poco nervioso el pana balancéandose en la pequeña plataforma

Todo terminó bien, el pana dejó de martillar y bajó ileso a tierra firme. Sólo entonces pude trabajar en paz.

sábado, marzo 17, 2007

En la oficina


En la oficina, meditando profundamente acerca de redes y envío confiable de paquetes IP.





Poderoso Chigüire totémico, guardián de electrones, bits y máquinas de Turing.

miércoles, marzo 14, 2007

Horizonte de sucesos

El papá de Cornelia se llama Torbjörn, y me imagino que debe ser un tipo enorme, porque alguien que se llame así no puede ser ni mediano ni pequeño, aunque con lo irónica que es esta vida, quién sabe. Tor es el dios nórdico gigantón que arregla todo a martillazos (el martillo se llama mjölnir), y como mencioné alguna vez, björn es oso. Es como mucho con demasiado, digamos. Es como que le pongan a uno Alcides Alejandro, más o menos.

Ahora bien, lo anterior es más bien una nota al margen de lo que quería escribir, es decir, de manipulación espacio tiempo del transporte público en Estocolmo.

El primer evento de manipulación espacio-temporal me ocurrió en un autobús.Ahí una señora que estaba frente a mí, de unos 50-60 años (pero conservada, diría mi papá), llevaba a unos niños de la escuela a alguna salida a un museo o algo por el estilo. La mujer hizo un gesto y no pude creerlo: 20, 30 años y ese pelo rojo lacio pintado, increíble, más de 8000 kilómetros y ese gesto preciso de batir el pelo al ver hacia atrás, repetirlo al volver a mirar al frente: era ella, y yo pensando que quizás a nadie se le haya ocurrido nunca decir: "quién tendría 20 años más, para repetirte al oído lo que hace 20 años y más de 8000 kilómetros pensaba de las pecas de tu pecho".

El segundo ocurrió ayer cuando iba en el metro, y me siento frente a esta chiquilla. No le puse mucha atención al principio, estaba distraído leyendo un libro (Soldados de Salamina), pero de repente hizo un gesto (otro gesto) y pensé que era la edición de bolsillo de Cornelia. El mismo pelo castaño, los mismos ojos azul metálico, como el color del volkswagen escarabajo al que según me cuentan le quité el volante teniendo apenas 2 años. La observé un rato, y descubrí otros muchos gestos idénticos, infantiles, que compartían la niña y Cornelia. Para rematar, me dí cuenta que el señor que estaba sentado a su lado, enormísimo (fácil 190 cm y cuando menos la misma cantidad de kilos) barbudo y con los mismos ojos, debía ser el padre de la pequeña. Ahí se me confirmó todo: este señor no puede llevar otro nombre que Torbjörn.

domingo, marzo 04, 2007

Staden ligger vackert

El jueves pasado, al regresar de tomar unas cervezas cerca de la universidad con este chamo y otros panas, al bajarme del autobús en la esquina en que Ringen se convierte en Renstiernas gata; recordé una frase que el pana había dicho meses atrás.

Esa noche en Gustav Adolfs Torg tocaban Carmina Burana, al aire libre, y nosotros llegamos justo al final, en el O Fortuna de cierre. Recuerdo que a este chamo se le salieron las lágrimas de tanto que le gustó, y yo evité burlarme (mucho), fundamentalmente porque a mí se me han salido las lágrimas en otras ocasiones. La canadiense llegó al rato, lo recuerdo porque trajo más canadienses con ella, bellas todas, y no se quedaron con nosotros, muy a mi pesar (y de este chamo): apenas caminaron un par de cuadras con nosotros. Luego tratamos de entrar a un club que queda en Regeringsgatan, pero la entrada era muy cara y estábamos en plan estudiantil.

Al pana lo conocía tan sólo un mes, a lo más dos, pero yo y este chamo nos hicimos muy amigos del pana, principalmente, me parece, porque era inevitable. Cuando rebotamos del sitio en Regeringsatan decidimos caminar hacia el sur, a Gamla Stan. La ciudad yacía hermosamente y el pana, al verla, soltó aquello: Estocolmo sí es bonito, chamo.

Yo estaba de acuerdo, y mucho, pero lo que más me impresionó en el momento (aún hoy) era que toda la verborrea que yo hubiera utilizado para explicar lo mismo no hubiera alcanzado ser tan verdadera como eso que él dijo.

Todo esto lo recordé, como 6 meses después, en la esquina entre Ringen y Renstiernas gata, llenas de neblina y vacías de gente, como si ésta ciudad hubiera subido por un momento a visitar las nubes.

Renstiernas gata, una mañana