Cuando quiero llorar no lloro
El ocho de diciembre (el jueves de la semana pasada) se fue Carlos. Ya lo había escrito antes, que se iban poco a poco los amigos que habían conocido y tenido cerca en mi estadía aquí.
Para refrescarle la memoria al lector despistado, Carlos, oriundo de México (la ciudad y el país) fue compañero de estudios, cuarto y peripecias. Como Kenlys, como Irene, estuvo siempre cerca y yo podía contar con él para lo que fuera, con tal de que no nos metieran presos.
Como ya todo está escrito, sólo los remito a esta otra entrada
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