La mirada del Dios
Todo empezó hace años, añales, cuando aún no había visto otra tierra sino mi tierra y mi hermana, una bebé tan solo, me esperaba cada día con los brazos abiertos, con la esperanza de comerse un hershey's cookies and cream que yo le traía religiosamente.
Uno de esos días miraba desde la ventana de la biblioteca de la universidad, y ví como un hombre, cerca de una de las entradas, arrancaba una cayena de una de las matas que rodeaban el edificio y la guardaba cuidadosamente en un libro que llevaba. En ese momento medité acerca de si así nos miraría Dios, nosotros seguros en la privacía de nuestras acciones mientras Él nos mira desde las alturas. Se lo comenté a una amiga (cuyo nombre no recuerdo, sólo recuerdo que a Coy le gustaba...cuál era el nombre de verdad de Coy?), y ella me dijo que era un pensamiento hermoso.
Todo esto vino a mi mente porque en el interminable viaje en metro a mi trabajo hay una sección, entre Kista y Hallonbergen, en que el tren deja de ser subterráneo y uno puede desde las alturas contemplar una verde (ahora que no hay nieve) llanura rodeada de coníferas, por la cual pasea la gente a sus perros o sólo corren, sin pensar que los miran desde las alturas.
Pensaría mi tocayo Blake acerca de estas cosas, mientras escribía aquello del tigre, tigre de feroz simetría?
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