lunes, octubre 25, 2004

Fin de doce

En la tarde hubo un examen, cuyo resultado aún ignoro, pero sé, sin duda, que fue innecesariamente largo. Luego de esa tortura sueca, nos fuimos a mi apartamento, donde el rum meit fantasma (el apodo merece entrada aparte) tenía una botellita de vodka esperando. Estuvieron rusos, mexicanos y chinos, comimos pan con caviar y tomamos vodka con naranja y luego con peisi cola (No es tan terrible como suena). Como era la semana de fin de exámenes (algo así como semana 12 para los de la simón) Había una fiesta multitudinaria en el Nymble, la casa de la unión de estudiantes (THS) del KTH, así que cuando el marahúnta se terminó la vodka, allá nos fuimos.

El domingo, como a las 12, acompañé a Ana (mexicana, en mi mismo postgrado) a comprar algunas cosas para el apartamento. Buscamos en internet la ruta que había que seguir para salir de Kista y llegar al IKEA. No sé si lo he comentado, pero la exactitud de los autobuses acá es increíble, tanto, que asusta. En fin. Nos montamos en su autobús y a IKEA fuimos.

Nunca había ido a la famosa tienda por departamentos (famosa aquí, claro), y me pareció buena la ocasión para comprar algunas cosas que sentía que me hacían falta. Cuando entré a la tienda, dí gracias a Dios que en Venezuela no hay una tienda de estas. A mi mamá y a mi hermana no habría como sacarlas de esa vaina. Venden lo que se te ocurra, y además tienen una sala de exhibición donde tienen armadas casi que casas completas. En fin, hay muchos productos, de muy buena calidad, y a buenos precios. Me compré: un rallo, Pañitos de cocina, y una cesta para la ropa sucia.

Ese mismo día en la noche hubo función en casa de Don Carlos, vimos El Terminal. Protagoniza Tom Hanks y dirige Steven Spielberg. Una maravilla, como todo lo del dueto. Creo que es una película que pasará bajo la mesa, pero al que le guste el cine, que vaya y la vea. Se trata de un hombre que halla una "grieta" en el sistema jurídico internacional, y que llega a Nueva York poco después de que el gobierno de su país es derrocado por insurgentes. Resulta que el nuevo estado creado por los insurgentes no ha sido reconocido internacionalmente, y por lo tanto el susodicho hombre no tiene país. No le pueden otorgar ningún tipo de asilo, ni pueden deportarlo. Queda entonces el pobre tipo atrapado en la terminal internacional del aeropuerto.


La situación del pobre hombre nos hizo reflexionar, y finalmente tuvimos una larga conversación contemplativa y melancólica.

Estuvo fuerte ese fin.

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